viernes, 3 de junio de 2011

La soledad... esa extraña compañera...


La soledad... esa extraña compañera... ora la necesitamos, ora la despreciamos... Es que así somos los seres humanos, impredecibles, inestables, contradictorios y hasta a veces incoherentes. Y no voy a caer en la falsa modestia  de decir que sólo yo lo soy, no, los años que llevo viviendo me han dado la suficiente experiencia como para poder decir que la generalidad de la sociedad, del ser humano en particular, de la gente, siente esto.
 Es cierto que habemos seres más solitarios que otros, entre los cuales me incluyo, pero esto no fue siempre así. Hubo un tiempo en que vivía rodeada de gente, tanto en mi casa como en mi trabajo, en mis viajes hacia él y hasta en los fines de semana. Recuerdo perfectamente que no necesitaba estar sola con la urgencia y la premura que lo necesito ahora, justamente ahora que sufro por los que se me fueron.
 Creo que lo que ha pasado es que han sido tantas las pérdidas afectivas importantes, tantos los dolores sufridos, tantos los momentos límites que ya no puedo estar en medio de grupos bulliciosos y alegres. Es que además de solitaria soy una mujer melancólica y con el alma dolorida. Una de mis pérdidas fue demasiado inmensa como para poder sobreponerme a ella y disfrutar el entorno social como lo hacía o como lo hace la generalidad de las personas en la actualidad.
 Aunque, en honor a la verdad, debo decir que si bien disfruto mucho de mis momentos de soledad absoluta, aquellos en los que mi alma se arrebuja en antiguos recuerdos de felicidad completa y se retrotrae a momentos de infinita paz y sosiego; también es cierto que a veces, en contadas ocasiones añoro aquella vida un tanto mundana y muy social que hice hace algunos años.
 En definitiva, debo ser sincera y aclarar que lo que más extraño, son los momentos de compañía unipersonal, aquellos en los que el hombre que amé toda la vida estuvo a mi lado. Por eso es que espero con toda mi alma no perder jamás la memoria, que hasta el último instante de mi vida yo pueda recurrir a alguno de esos momentos de grata compañía y de vivencias amorosas tiernas algunas y apasionadas otras vividas junto al hombre que siempre amé para que me acompañen y sean hasta el último instante mi visión auténtica de la vida feliz en este mundo. Eso espero.

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